lunes, 2 de marzo de 2009

SAID

La dotación de besos, abrazos y miradas se establece en el momento en que somos concebidos, pero no es un número fijo. Por ello hay bebés que viven un día y ancianos de cientocuatro años. Por supuesto que tampoco se considera la privación de la libertad de elección, acto éste que sólo el hombre realiza contra el hombre mismo. Los que han perdido la libertad, los asesinados (de manera fulminante o de poco a poco, como en este país) y algunos otros no gastan sus dotaciones como quisieran. Lo que la mayoría olvida es que son libres de hacerlo. Sobre todo los prisioneros, podrían gastar mejor sus miradas y sus besos, pero aprenden a respirar agitadamente y casi invariablemente agotan esa dotación primero. Así que tomando en cuenta la libertad de elegir que el noventa y nueve punto cinco por ciento de nosotros traemos de fábrica, la cosa es muy pareja. Pero para darles una mejor idea y viendo que hoy en día la mayoría de ustedes entiende mal la vida pero bien las estadísticas, utilizaré promedios, que sirven para medir la vida en todos los casos. Así, un individuo promedio nace con un costal o bolsa o saco de dos mil setecientos noventa y ocho millones ochocientes veinte mil respiraciones para repartir como mejor le plazca. Desde su primer llanto hasta su última exhalación, sin descuentos. Por supuesto que en los primeros meses de vida las utiliza sabiamente, para crecer y aprender. Aunque también hay excepciones. Aquí se explica el conocido caso de la muerte de cuna o como sea que le llamen. Estos bebés nacieron apenas con unos miles de respiraciones en su bolsita, sea de yute o Louis Vuitton. Vinieron a dar una ojeada, como se dice. Después de los primeros años de uso sabio de las respiraciones, el niño aprende a hacer estupideces, como angustiarse, exigirle de más a su cuerpo porque su papá los inscribió en el concurso de gimnasia y cosas por el estilo. Y comienza a hacer mal uso de sus respiraciones. Hasta que llega la adolescencia y se enamora. Entonces un buen día, siente como si su corazón se detuviera y un enorme suspiro sale del centro de su pecho y su mirada se mira en otra mirada y su cuerpo se cuerpo se pierde en otro cuerpo y comparte un beso. Si es sabio, buscará que ese momento dure tanto que parezca una eternidad. Si no, volverá a gastarse las miradas, las respiraciones y los besos buscando volver a sentir. Buscando. Tal vez se busque en muchos cuerpos, tal vez se busque en muchos besos, tal vez se busque en miradas a muchas ciudades en muchos países. Tal vez se encuentre.

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