viernes, 9 de octubre de 2009

SAID

Son estos días extraños, Alicia. Nos ronda la angustia, la de estar vivos. Pero también nos ronda la de no querer morir. Bueno, les ronda a ellos, los otros. Pero la percibo en el aire, en la calle, en las conversaciones. Más yo me siento agradecido, más de lo normal. Agradecido de haber conocido a Silencioso, por ejemplo. Y los demás me contratan para calmar sus angustias. Y de nuevo agradezco tener este trabajo. Eso es, cuando menos, extraño.

¿De qué tamaño será mi locura? ¿Será que es tan grande que nadie, ni yo, podemos verla completa y creo (y creemos) que es lucidez? ¿Cuánto tiempo dura un trabajo para decir que es temporal? Porque todas las putas están en esto de manera temporal. Y conozco a algunas que llevan diez años taloneando. Digamos pues, que es cierto que los putos, algunos de nosotros, nos encargamos de predicar la verdad. De ser así, implica ello que esta misión no tiene fin? ¿ O significa que tenemos que encontrar nuestra verdad a través de hablar de las otras verdades, las más grandes? Quizá es sólo el lavado de coco que un ser inteligente se hace a sí mismo para justificar actos que son, desde el punto de vista de aquella moral en la que fue educado, reprobables. Ello implicaría que la manera en la que han cambiado las vidas de Empresario, Artista, Campesino, Vaquero, Silencioso y muchos otros nada tiene que ver conmigo. O que sólo soy un tipo con la suficiente capacidad para, con su verdad pequeñita, animar a los demás a hacer cambios grandes. Quizá. Quizá estas dudas me pasan por la cabeza cuando llevo más de tres días sin eyacular, como hoy.

BOCAS

25 de Septiembre de 2007

Sabia, querida Sor Juana. Fuimos ambos los peores de todos. Recordaba cómo me acompañaron tus palabras cuando sentía que él no me comprendía.

“Óyeme con los ojos,
Ya que están tan distantes los oídos,
Y de ausentes enojos
En ecos de mi pluma mis gemidos;
Y ya que a ti no llega mi voz ruda,
Óyeme sordo, pues me quejo muda.”

SAID

El Hotel Cortés nada tiene que ver con la arquitectura de la colonia en la que se encuentra. Bueno sería, creo yo, que tuviera que ver. Si así fuera seguramente habría sido declarado patrimonio cultural de la prostitución o algo así. Lo llamo El Lugar de los Grandes Éxitos y no creo que sea necesario explicar por qué. Pero ahora que lo pienso también podría bautizar al Hotel Puebla, en la misma colonia, como mi Lugar de los Grandes Éxitos. Puede que esta sea mi colonia de Los Grandes Éxitos. En fin, hoy vamos a generar un éxito más. A juzgar por la manera de escribir, se trata de un extranjero que recién aprendió a escribir español, pues toda nuestra comunicación ha sido a través de mensajes de texto en el móvil. Mostré los mensajes a mis amigos y se les hizo curioso que con solo ver los mensajes lo supiera, pero ellos no son tan perceptivos. De hecho, algo más me llamó la atención: juraría que se trata de una persona en sus veintitantos, pero algo en los mensajes, tal vez la premura, me hace pensar que se trata de un adolescente. En un par de minutos lo sabré.

Acordamos vernos afuera del hotel. Lo miro desde lejos y compruebo que mi intuición seguirá conmigo hasta el último de mis días. El chico no debe tener más de veinte años. Pero hay algo más, algo sutil, algo diferente. Me mira sonriente. Me acerco. Estrecho su mano, digo “Hola, cómo estás?” y ambos sonreímos. Espero su respuesta de vuelta, pero no hay tal. Dice muy bajito algo que no alcanzo a comprender y lleva su mano a la boca en un gesto extraño. Entonces comprendo y un ligero escalofrío recorre mi cuerpo desde la espalda hasta la cabeza, convirtiéndose al final en una sonrisa de asombro: el chico es sordo. Cuando Dios me dejó usar mi libre albedrio para elegir trabajar como puto, lo tomó con mucho humor. Bien, ahora estamos frente a frente, él sonriendo inocentemente y yo seguramente con una de las caras de asombro más grandes en la historia universal de la putería. Me pregunta a señas que hacemos y le indico que entremos al hotel. Me dirijo a la ventanilla de la entrada, pido un cuarto y volteo a verlo. Él está ahí sonriendo y mirándome, con el rostro iluminado. Con un movimiento de cabeza intento hacerle entender que hay que pagar. Él, aún sonriendo, frunce ligeramente el ceño y se encoge de hombros. Saca entonces una libreta pequeña de pasta dura y escribe.

Qué hacemos nosotros?

La recepcionista debe tener una cara de sorpresa sólo ligeramente menos notoria que la mía. Escribo en su libreta

Tienes que pagar el cuarto

Yo no traigo dinero cuarto

¿Y entonces a donde pensabas que fuéramos?

Tú tengo casa?

Respiro profundamente. Pienso que en una hora tengo otra cita. Violando una de las sacrosantas leyes de la prostitución, saco un billete de mi cartera y pago el cuarto. Siento en mi espalda la sonrisa de la recepcionista y en mi trasero su mirada. Dios es más bromista de lo que pensaba.

Llegamos al cuarto. Al parecer el 105 del Hotel Cortés y yo tenemos más historia que muchas parejas casadas. Pongo en orden mis ideas, esto no va a ser cualquier cosa. Puede ser un romántico encuentro sin palabras o un accidentado encuentro con notas en una libreta pequeña de pasta dura. El que escribe este guión desayunó payaso y ¿Por qué no? Opta por lo segundo. Me acerco a él y lo miro detenidamente. Es un chico bastante guapo, más bajo que yo, delgado, pero con algo de barriga, hermosos y enormes ojos cafés y esa expresión entre curiosa y ausente que tienen los que no pueden oír. Lo beso en los labios y me besa con una agradable mezcla de ansiedad y pasión. Se aleja, me mira fijamente y escribe en su libreta

Yo quiero sexo con tú

Sonrío y afirmo con la cabeza. Pregunto por escrito cuántos años tiene. Dieciocho, escribe. Una sorpresa y sufriré un infarto. Me sereno y le indico a señas que tener sexo es lo que haremos. Comienzo a desabro/Espera, Said! Escribo en su libreta.

Tienes que pagarme. ¿Sabes eso?

El me mira con cara de confusión y escribe.

Yo traigo dinero

Suspiro aliviado y antes de que me mueva, él saca de su cartera un billete de doscientos pesos. Suspiro desaliviado. Tengo dos opciones: aclarar en una larga conversación por escrito que yo cobro mil quinientos pesos o vivir la experiencia como se presenta. Elijo, claro, la segunda. Ya lo saben, no soy un prostituto normal. Algo importante tengo que aprender de esto, sin duda.

Sonrío, tomo sus doscientos pesos, los guardo en mi cartera y comienzo a desabotonar mi camisa. Él me pide que espere y comienza a hacerlo por mí. Lo beso nuevamente y el ruido exterior desaparece. No escucho el roce de mi camisa sobre la piel cuando me la quita, ni escucho el ruido de su cinturón al caer al suelo. Escribirá de nuevo en su libreta que quiere mi verga. Pienso “Eso quieren todos” pero escribo que haremos todo lo que él quiera. Su sonrisa no puede ser más grande. Sus manos suben y bajan don desesperación por mi espalda. Toma su libreta. La quito de sus manos y le pido que me indique con su cuerpo lo que quiere. Me lleva hacia su entrepierna. Hago lo que sé hacer. Me sumerjo, me hundo, me pierdo en su mar de calma y escucho, a lo lejos, un gemido.

miércoles, 11 de marzo de 2009

SAID

El fin de semana pasó sin novedad, con mi hermana angustiada por algo. En realidad no lo recuerdo bien, pero tratándose de mi hermana, uno puede decir que estaba angustiada por algo y tener casi el cien por ciento de certeza de que así fue. Llegó el lunes y con él llegué de vuelta a la ciudad y llegaste de vuelta a mi mente. Pensé que marcarías, ya que tenías mi teléfono (la ingenuidad y la seguridad del concursante parecen lo mismo a veces). Y te fuiste para regresar el martes. Ese día tenía una entrevista cerca del metro Pino Suárez y pensé que estando cerca del metro Balderas podía pasar a visitarte, al negocio del que habías hablado. Con mi único trajecito azul marino, bañadito, perfumado y muy guapito, con una especie de revoloteo desconocido en el estómago y un temblor de manos que atribuí a la difícil entrevista, con todo eso, bajé del tren en la estación Balderas. Y apenas bajé del tren, la realidad me abordó: esta estación, como la mayoría de las estaciones del metro, tenía cuatro salidas. Y si algo tenía claro en ese momento, era que no buscaría en las cuatro salidas de una estación del metro que de por sí no conocía. Así que me decidí por la más cercana y comencé a asomarme a los locales comerciales que había dentro del metro: una librería, una pizzería, una tienda de perfumes y un local de venta de donas. ¿Dónde trabajaría un chico de mirada torva, veintitantos y cuerpo antojable? Por supuesto, vendiendo donas. Pero quien se encontraba ahí era una paisanita morena, bajita y con algo similar a una dona alrededor de su cintura, pero nada más. Seguro entonces el chico de las botitas raras trabajaba en otro turno. Pero ¿Cómo preguntar por ti sin hacer evidente que yo era…homosexual? Porque claro, todo mundo sabría que un chico que pregunta por otro chico seguro es rarito. La testosterona, o eso creí yo, pudo más que el miedo y le pregunté a Chicadona por…ti. Y la realidad trasbordó de sus labios a mis oídos, con un pase que decía “Aquí no trabaja nadie con ese nombre”. Entonces apareció la certeza, mi eterna compañera y me dije que el local no tenía que estar adentro del metro, debía estar afuera. Así que iba a tomar la salida a la calle desconocida, iba a caminar de frente, sin voltear y en el momento en el que volteara, ése sería el famoso negocio. Y así fue.
Tu mirada de sorpresa fue el trofeo para mis empeños. Yo te llevaba dos segundos de ventaja, pues cuando volteé tu cargabas una caja con contenido desconocido. Esos brazos. “Uff, es cargador” me dije, dejándome llevar por una breve ensoñación erótica con un hombre de trabajo rudo. Pero la realidad me demostró esa tarde que tiene un pase de abordar vitalicio.
¿Qué haces aquí?
Pasé a saludarte
Pero te había dicho que tenía un negocio, no de que era ni donde estaba.
Pues salí del metro y me dije que en cuanto volteara ese sería tu local y aquí estoy.
Me invitaste a entrar y entonces me di cuenta de que no eras un cargador. Lo que atravesé para llegar a donde estabas era una especie de enorme mesa llena de libros.

SAID

Casi en la esquina de la avenida dieciséis de Septiembre y la calle de Palma había, hasta hace unos años, un Woolworth. Enfrente de él, cruzando la calle, había varias joyerías y justo en la esquina de Palma y Dieciséis de Septiembre existe todavía un puesto de periódicos. Fue ahí donde mi mirada se topó con la tuya por primera vez ¿Recuerdas, Bocas? Yo tenía apenas cinco días en esta ciudad que me aceptó como un hijo más, era viernes por la tarde y en unas horas me iba de fin de semana a ver a mi hermana. Fue una sola ojeada a tu mirada torva, distante, la que me animó a acercarme. Nunca antes me había acercado a hablarle a un hombre, pues siempre me hablaban a mí. Pero lo hice esa vez. Me acerqué con un pretexto real, que nunca creíste: te pregunté por un teléfono público y con una sonrisa de burla me dijiste que había uno a mis espaldas. Ruborizado –sí, lo conseguiste - aclaré que buscaba uno de tarjeta, no de monedas y la plática había comenzado. Me preguntaste que de donde era, porque para ti era obvio que no era de la ciudad. “Nací en el norte, pero he vivido en muchas partes” contesté. Caminábamos por la orilla de la manzana, sonriendo tú y pensando yo en lo bueno que te veías, en que no había nunca visto botitas como las que traías puestas y en que había dejado a mis primas en la joyería escogiendo el anillo de bodas de una de ellas. Seguro mis ojos, como es su costumbre, me delataron, porque me preguntaste si algo me preocupaba. Te conté que venía acompañando a dos de mis primas a escoger el anillo de bodas de una de ellas, médico para más señas. No sabía en ese momento que ese fue el pretexto del destino para que nos conociéramos, porque unas semanas después mi prima encontró a su prometido en brazos de una enfermera, la boda nunca se realizó y no supe más del anillo que le ayudamos a escoger ese día. Lo que sí sabía era lo que quería hacer contigo con el poco tiempo que tenía y pregunté si conocías algún lugar cercano al que pudiéramos ir, a lo que contestaste “Sí, hay unos baños aquí cerca”. Sonreí pensando en lo que se acercaba y entonces remataste con un “Pero yo no soy de esos.”. Sonrojado por segunda vez, sintiéndome el más puto del Universo por haber hecho la pregunta y doblemente frustrado porque era la primera vez que me atrevía a hacerlo, cambié el tema o más bien dejé que lo cambiaras. Me preguntaste a qué me dedicaba, te contesté que estaba buscando trabajo, te pregunté a qué te dedicabas y me comentaste que estudiabas música y atendías un negocio, te pregunté dónde y me contestaste que a la salida del metro Balderas y se nos terminó la cuadra. Te dí mi teléfono para que me llamaras (nótese la seguridad del concursante) te pedí el tuyo y me dijiste que no acostumbrabas dárselo a extraños. Ruborizado por tercera ocasión, me despedía de prisa, con el temor de ser descubierto y una extraña sensación en el pecho. El tiempo, más sabio que yo, se encargaría de aclararme qué era esa sensación.

SAID

Él, con su piel pálida y sus ojos de miel. Yo, con mi sonrisa a flor de rostro y mi mirada brillante. Él, con los músculos marcándose bajo la playera ajustada. Yo, con el instinto exaltado. Nos miramos y volvemos a mirarnos, cada uno en una acera de la avenida que divide a la ciudad. Yo en el Oriente, él en el Poniente. Son las nueve de la noche, tenemos muchas ganas y muy poco que perder. “Ven!” “No, ven tú.” Y Occidente se acerca a Oriente en son de cachondez, tan fácil que es. Un guiño/una sonrisa una pregunta/un gesto con la cabeza un roce de mano/un apretón un sentarse en la banqueta/un abrazarse sus labios/mis labios su mano/mi pezón mi mano/su bragueta su verga/mi verga. Y esta avenida que divide a la ciudad nos une en un solo ser orgásmico indivisible, que vacía su semilla sobre la tierra. Pero esto no es tierra, es concreto. Si nuestra semilla echa raíz, sabrán de donde salen tantos niños de la Calle.

martes, 3 de marzo de 2009

SAID

Tomando en cuenta todo lo anterior y si saben sumar y restar se darán cuenta de que las profesiones más riesgosas son estrella de rock, relacionista público y prostituto. Por eso para mí no es fácil saber que dotación me terminaré primero. Porque sí que he visto y besado. Y he sido muy mirado y muy besado y eso que no me gustaba besar. Pero lo mirado o besado no cuenta Es, literalmente, harina de otro costal. Por otro lado, me gusta mirar y más aún, perderme en otra mirada. Perderse en otra mirada es la mejor manera de encontrarse. Soy Y la gente admira los míos, curioso juego de espejos. También las miradas oscuras, que ocultan algo, ejercen en mi fascinación. Perderse en miradas perdidas que se encuentran súbitamente con la tuya. Así me pasó.



...



Los putos tenemos una misión importante. Hemos influido más de una vez en el destino de imperios completos, de reyes, de ciudades. El mismo Cristo cuando vino a entregarnos el famoso mensaje que no le entendieron, se lió con una puta que si lo entendió. Y no me digan que no, porque conozco bien a mi hermano, que es hermano suyo cuando les conviene. Pero la gente decente no admite en público que la mejor amiga del más insigne de sus hermanos era puta, verdad? O la niegan en público o pasan por alto su profesión. Pedro negó tres veces a Cristo. ¿Cuántas veces han negado ustedes a Magdalena?

SÁNDOR

Saidespabilado dice:
Jajajajajajajajajajajajajajaja
Saidespabilado dice:
Es en serio? De verdad no sabes lo que es un escort?
Sándor dice:
No le veo la gracia
Saidespabilado dice:
Ok, ok. Qué edad tienes?
Saidespabilado dice:
18, ya recuerdo
Saidespabilado dice:
Ok, entonces eres nuevo en esto. Qué lindo!
Sándor dice:
¿
Said dice:
Un escort es un prostituto, un puto, un acompañante, un vendedor de caricias, pues.

lunes, 2 de marzo de 2009

SAID

Por último vienen los besos. Si, seguro dirán “Las respiraciones y las miradas tienen que ver con la vida ¿Qué tienen que ver los besos?”. Podría contestarles groseramente “No me pregunten a mí, yo no hice las reglas” pero la respuesta es clara. En este mundo promedio de comportamientos promedio, hasta el creador primario tiene que hacer ajustes. Y los besos son una expresión de vida. Una expresión social y de afecto, si, pero sobre todo de vida. Por cierto, dependiendo de donde hayas nacido puede que tu equipaje de vida venga lleno de frotes de nariz en lugar de besos. Nosotros los inventamos, él los utiliza. La relación entre creador y creación es bidireccional. Pero dejémonos de tecnicismos. Volviendo a los promedios, uno de nosotros tendrá sólo cinco millones treinta y siete mil ochocientos setenta y seis besos para disfrutar durante su vida. Esto corresponde tan sólo al cero punto tres por ciento de las miradas que nos tocan. Les digo algo: creo que es culpa nuestra. Besamos poco y seguramente El Que Reparte Los Sacos tomó estadísticas de los últimos siglos y las aplicó. Así es, nos toca un poco más de ciento ochenta y cuatro besos por día para todos los días que queramos besar. Ciento ochenta y cuatro besos al día pueden parecer demasiados. Sobre todo si conocemos a gente como una amiga mía, cuyo promedio de besos por día es dos: los que le da a su madre cuando sale y cuando regresa a su casa. Pero ciento ochenta y cuatro besos al día pueden ser muchos o pocos dependiendo de la época de nuestra vida. Por ejemplo, entre los cero y los quince años besamos mucho menos que entre los quince y los treinta. Pero, detalles del análisis estadístico, El Que Contabiliza Los Besos no tiene tiempo para ponerse a discernir cuales fueron besos de amor. Así es que cuentan todos. Besos de saludo, besos de despedida, besos desesperados, besos parsimoniosos, besos robados, besos perdidos, besos para los que ya no están, besos para los que aún no han llegado, besos al aire, besos del aire, besos arrinconados, besos desenfadados, besos de noche y día, besos de amor, amor de besos, besos nunca dados, besos fugaces que se vuelven eternos, en fin, todos los besos.

SÁNDOR

Saidivertido dice:
Bueno, no prob.
Saidivertido dice:
A qué te dedicas?
Sándor dice:
Estudio, hago ilustraciones, pinto…
Interesaido dice:
Bien, muy bien. Un artista, entonces.
Sándor dice:
No diría necesariamente que un artista. Alguien en proceso de serlo, tal vez.
Sándor dice:
Y tú? A qué te dedicas?
Interesaido dice:
Soy escort.
Interesaido dice:

Solo en la vastedad cibernética dice:

Sozinho dice:

Sozinho dice:
(Aceptémoslo, se desmayó)
Sándor dice:
No, no.
Sándor dice:
Es que no sé
Saidespabilado dice:
Qué?
Sándor dice:
Qué es un escort?

SAID

Pasemos ahora a las miradas. El hombre o mujer promedio cuenta aproximadamente con un número de miradas equivalente al sesenta por ciento de sus respiraciones. Esto es razonable tomando en cuenta que pasamos aproximadamente un tercio de nuestra vida dormidos. Si Dios no es pendejo. Esto corresponde a mil seiscientos setenta y nueve millones doscientas noventa y dos mil miradas durante la vida promedio de un tipo promedio en este mundo promedio. Si lo piensan bien, podrían estar haciendo mejor uso de ellas que leyendo las noticias financieras. Porque el caso de las miradas es un caso interesante. Seguro los artistas, los fotógrafos y los ancianos son quienes hacen uso más sabio de ellas. “Ver la vida, ver el mundo, ser testigo de grandes sucesos.”, como decía aquél periodista. Y como decía yo, es un caso interesante éste, el de las miradas, porque es tal vez el que más variaciones tiene. Están los ciegos. “Los que nacen ciegos no verían ni siquiera su primera luz” argumentarían ustedes. Pero El Que Reparte las Miradas, como dije, tiene de pendejo lo que yo tengo de ruso. Porque los ciegos reciben una porción de miradas que aprenderán a repartir entre el tacto, el oído y el olfato. Si han sentido el escalofrío de ser mirado por una mano curiosa que busca, palpa, reconoce, entenderán lo que digo. Si no, ¿Qué han hecho con su vida? Podríamos aprender mucho de ellos, porque sin contar con los ojos miran y ven. También están los que se quedan ciegos. Para ellos aplica lo mismo. Deberán aprender a mirar de nuevo, pero no les ha sido robada ni una sola de sus miradas, es sólo un intercambio de medios. Vale la pena pensar en que muchos de los que quedan ciegos quedan ciegos en guerras. La guerra que por sí sola es una forma estúpida de ceguera, contagia a muchos de los que en ella participan. Y puede que algunos, asqueados de ver a la guerra y sus muertos, eligan dejar de ver con los ojos. Porque si eligen dejar de ver por completo se llama resición de contrato. O suicidio, como le dicen. Eso me recuerda que en mi familia algo tienen con las miradas. Mi papá es un caso de ceguera por elección, por ejemplo. No le gustaba tener un hijo maricón. Eran tan grande su deseo de no ver lo que tenía frente a los ojos, que perdió la vista en uno de ellos. Entonces entendió. Ahora mira todo lo que puede. Y sonríe más. Y sé que no morirá por agotamiento de miradas, como murió mi abuela, la madre de mi madre. Era buena y estaba llena de verdad. Sus ojos azules, casi grises de tanto mirar, usaron todas sus miradas. Nadie entendió por qué, cuando mi madre le daba en la boca su última comida, se ahogó con ella. Es claro que uno no se ahoga si ya no respira. Se ahogó porque todavía respiraba, pero las miradas se le agotaron unos segundos antes. Unos segundos. Una última mirada. Ningún beso de despedida.

SÁNDOR

Bien, se que no puedo contar con tu opinión, pero al menos sirve para desahogarse escribirlo de esa manera. Además, tu opinión es post mortem, dado que estás leyendo la delación de los hechos. De cualquier forma, mis dudas se disiparon de inmediato, como leerás a continuación:
Saidissapointed dice:
Eits!
Saidissapointed dice:
Sigues ahí?
Marco dice:
Si, si, disculpa
Saidissapointed dice:
Pensé que estarías hablando con alguien más.
Saidissapointed dice:
Escribiendo, perdón
Marco dice:
No.
Marco dice:
Me quedé pensando en tu respuesta
Saidissapointed dice:
Por? Es rara? Nadie lee tu perfil? Eres un niño sin amor?
Marco dice:
Jajajaja
Marco dice:
No, sólo que no es común que la gente me diga eso.
Saidivertido dice:
Bueno, si lo único que podemos hacer en un sitio de contactos es leernos y ver nuestras fotos, no creo que la gente no lea los perfiles.
Marco dice:
Si, tienes razón.
Saidivertido dice:
Bueno y tienes alguna foto TUYA?
Marco dice:
No, no tengo ninguna
Saidivertido dice:
:(

SAID

La dotación de besos, abrazos y miradas se establece en el momento en que somos concebidos, pero no es un número fijo. Por ello hay bebés que viven un día y ancianos de cientocuatro años. Por supuesto que tampoco se considera la privación de la libertad de elección, acto éste que sólo el hombre realiza contra el hombre mismo. Los que han perdido la libertad, los asesinados (de manera fulminante o de poco a poco, como en este país) y algunos otros no gastan sus dotaciones como quisieran. Lo que la mayoría olvida es que son libres de hacerlo. Sobre todo los prisioneros, podrían gastar mejor sus miradas y sus besos, pero aprenden a respirar agitadamente y casi invariablemente agotan esa dotación primero. Así que tomando en cuenta la libertad de elegir que el noventa y nueve punto cinco por ciento de nosotros traemos de fábrica, la cosa es muy pareja. Pero para darles una mejor idea y viendo que hoy en día la mayoría de ustedes entiende mal la vida pero bien las estadísticas, utilizaré promedios, que sirven para medir la vida en todos los casos. Así, un individuo promedio nace con un costal o bolsa o saco de dos mil setecientos noventa y ocho millones ochocientes veinte mil respiraciones para repartir como mejor le plazca. Desde su primer llanto hasta su última exhalación, sin descuentos. Por supuesto que en los primeros meses de vida las utiliza sabiamente, para crecer y aprender. Aunque también hay excepciones. Aquí se explica el conocido caso de la muerte de cuna o como sea que le llamen. Estos bebés nacieron apenas con unos miles de respiraciones en su bolsita, sea de yute o Louis Vuitton. Vinieron a dar una ojeada, como se dice. Después de los primeros años de uso sabio de las respiraciones, el niño aprende a hacer estupideces, como angustiarse, exigirle de más a su cuerpo porque su papá los inscribió en el concurso de gimnasia y cosas por el estilo. Y comienza a hacer mal uso de sus respiraciones. Hasta que llega la adolescencia y se enamora. Entonces un buen día, siente como si su corazón se detuviera y un enorme suspiro sale del centro de su pecho y su mirada se mira en otra mirada y su cuerpo se cuerpo se pierde en otro cuerpo y comparte un beso. Si es sabio, buscará que ese momento dure tanto que parezca una eternidad. Si no, volverá a gastarse las miradas, las respiraciones y los besos buscando volver a sentir. Buscando. Tal vez se busque en muchos cuerpos, tal vez se busque en muchos besos, tal vez se busque en miradas a muchas ciudades en muchos países. Tal vez se encuentre.

BOCAS

17 de Mayo de 2005
El tiempo escurre, gotea de la ventana y poco a poco inunda toda mi habitación. Segundos, minutos, horas. Un gran charco de horas aguadas. Prometo que en un rato más me levanto a secarlo, no quiero que se convierta en días.

19 de Mayo de 2005
Decías "Y perdido en tu mirada..." Ja, nunca te perdiste, nunca dejaste de ser tú. Fui yo el que se perdió. ¿Cuántos nos perdimos ahí? ¿Cuántos seguirán ahí, perdidos?

jueves, 26 de febrero de 2009

SAID

Pareciera que la noche cayó sobre la ciudad al mismo tiempo que el dinero en mi cartera. Las luces se encienden y casi puedo sentir como mi ángel de la guarda se despereza de su siesta de la tarde, bosteza un poco y estira sus alas. Toma sus siestas cuando está cierto de que no hay algo que vigilar y de que puedo cuidarme solo. Pobre, se lo merece porque lo hago trabajar horas extras. A veces, en plena madrugada, saliendo hacia algún hotel o caminando por calles vacías de gente y llenas de silencios, he sentido en la espalda sus mentadas de madre. A veces he llegado a creer que no tengo un ángel, si no dos. O muchos. Me da por creer que estoy muy cuidado, porque para las cosas que hago, nunca he tenido un percance. Eso o no le importo ni a Dios ni al Diablo. Tal vez soy como esos hijos a los que los padres les prestan menos atención porque saben que saldrán adelante sin ayuda. A Dios me encomiendo a veces, pues más de una vez me ha demostrado que está ahí, al pendiente. Al Diablo no me encomiendo, él llega solito. No les he preguntado, pero supongo que se divorciaron después de mi nacimiento. O se distanciaron, si no miren este mundo. Antes por lo menos, al tenerlos juntos, podíamos decir quien era quien. Ahora díganme ustedes si tienen certeza de quien ha escuchado todas sus plegarias. Me da pena pensar que tal vez se distanciaron por mi nacimiento. O porque no he decidido aún con cuál de los dos me iré cuando se me acaben las miradas, las respiraciones o los besos. Seguramente ustedes no lo saben y muy probablemente no lo creerán, pero todos venimos a este mundo con una dotación fija de respiraciones, miradas y besos. Tendemos a creer que la vida termina cuando dejamos de respirar o el corazón deja de latir, pero lo que en realidad ocurre es que la mayoría de los seres humanos se terminan su dotación de respiraciones antes que las otras dos. Es triste, pero cierto. Significa que seguramente no besaron ni vieron todo lo que podían. No me creerán, pero investiguen y verán que existen algunos raros casos reportados en los que el cadáver siguió respirando unos segundos después de que se detuvo su corazón o dejó de funcionar el cerebro. Porque claro, el corazón se detendrá, pero no siempre por falta de aire, si no de besos o miradas. Y entonces si estás muerto completo.

SÁNDOR

Saidharto Gustaba dice:
Aaah, ok
Saidharto Gustaba dice:
Un farsantito
Marco dice:
Pero no, no te molestes
Saidissapointed dice:
Jajaja. No, no me molesto
Saidissapointed dice:
Ya no me extraña
Saidissapointed dice:
Pero no fue por eso que te escribí
Saidissapointed dice:
Fue por lo que decía el perfil

¡Verga! ¡Mi perfil! Como pude olvidar la parte más importante. Mi perfil hablaba de poesía, de lunas anaranjadas y puestas de sol, de magos y duendes. Pero…¿El tipo me había escrito porque le había interesado mi perfil? Además, había cambiado su nickname a Saidissapointed en cuanto le dije que yo no era el muchachito rubio con el torso perfecto que veía en las fotos (dissapointed, si el inglés no me abandonó en ese instante, no significaba que Said estaba saltando de alegría). Oquei, necesitamos referencias y necesito de tu opinión, qué te dice mi perfil?

SAID

Si no te paras no vuelvo a meterte en ningún lado en 15 días, cabrón. Disculpen, llegaba a los últimos acuerdos con mi socio. Bien, no puedo ver su sonrisa pero la siento. Si, somos socios. De hecho, él hace su vida y yo la mía. Desafortunadamente estamos ligados al mismo cuerpo así que hemos llegado a acuerdos de placer y beneficio mutuo. En realidad intento relajarme, porque Jim sonaba algo mayor y eso me ha provocado dificultades técnicas en ocasiones. Pero ya estoy afuera de la habitación 1401 y tengo que dejarlos. ¿Qué, su morbo requería de detalles? Lo siento, pero no es por mí, ya que soy bastante exhibicionista. Es más bien un acto de respeto hacia la intimidad de mi cliente. Profesionalismo, que le dicen. Así que con su permiso.

Come in, please!
¿Yim?
Yes! ¿How are you?
Priti fain, denks.
Well, that’s what I can see.
Ey, iu wil mi maik blush!
That’s the true, you have beautiful eyes and an amazing smile, what else can I say?
Oquei, oquei, ai wil accept yur compliments.
Mmm, let me see what is under that shirt.
Of cors…eeh, did yu clos de door?
As far as I remember, but let me check…

Malditos voyeristas! Ya se enterarán a su tiempo. Y de verdad, de verdad les digo que no quieren conocer el lado pornográfico de esta historia. O tal vez si quieren, a juzgar por su lectura lasciva de hace unos momentos, pero quizá no estén preparados. He dicho.

miércoles, 25 de febrero de 2009

SÁNDOR

Marco dice:
Hola
Saidharto Gustaba dice:
Hola
Saidharto Gustaba dice:
Quién eres?
Saidharto Gustaba dice:
Ah, ya veo
Marco dice:
Sándor, de Manhunt
Marco dice:
Sí, el mismo.
Saidharto Gustaba dice:
Pues mucho gusto, Sándor de Manhunt
Saidharto Gustaba dice:
Como dije, linda foto
Marco dice:
Lo mismo digo, de todas. Incluída la que muestras aquí
Saidharto Gustaba dice:
Gracias
Saidharto Gustaba dice:
Y qué haces por aquí, Sándor? Tienes más fotos?
Saidharto Gustaba dice:

Saidharto Gustaba dice:
Ok, se desmayó
Marco dice:
No, perdón
Marco dice:
Justo eso quería decirte
Saidharto Gustaba dice:
Qué, que no tienes más fotos? Hombre, buena manera de iniciar una conversación “Disculpa, no
tengo más fotos.” Original, sin duda.
Marco dice:
No, no
Marco dice:
Es que no soy el de la foto.

BOCAS

16 de Mayo del 2005
He venido hoy aquí para tomar un café, para aprovechar el día soleado y para escribir. Tomo mi mesa que da a la calle llena de árboles y ordeno un café con leche. Entonces aparecen ellos. Los dos son viejos, supongo que de más de ochenta. Él está encorvado, viste en diferentes tonos de gris desde la boina hasta el pantalón, usa lentes y camina ayudándose con un bastón. Ella es pequeña y de piel blanca y viste también de gris. Cada paso que dan les toma una eternidad pero no importa, tienen otra eternidad por delante. Ella toma la mano de él para ayudarlo a apoyarse. Él acepta esa mano y mira hacia delante. De pronto, a medio camino entre el mar de sillas, ella tropieza con una y él la sostiene con toda la fuerza que su anciano cuerpo le permite. Entonces me doy cuenta: está casi ciega. Él es sus ojos y ella es su apoyo. Seguramente hace mucho tiempo que olvidaron lo que es ser dos, individuales. Llegan a su mesa y él le acerca una silla. Se sientan en silencio, sin mirarse. Luego hablan un poco. Sólo ellos escuchan lo que dicen. En algún momento ella, guiada por su voz, voltea la cabeza hacia él y le sonríe. Y la cafetería y la calle soleada y el mundo entero se iluminan. Así quería terminar contigo. Así, juntitos hasta el último suspiro. Tal vez un día…

SAID

Nunca es más cierto aquello de que “la primera impresión nunca se olvida” que cuando un cliente ve por primera vez a su puto. Supongo que con las putas es igual, pero más glamoroso. No lo sé, nunca he sido puta ni cliente de una, pero también me queda claro que la famosa primera impresión no es cuestión de género. Uff, comenzó a soplar un viento frío, afortunadamente sólo faltan unos metros. Decía que tomo en cuenta mucho la primera impresión. La llave se atora en el noventa por ciento de los casos, cuéntenlos bien. Aunque algunos te contraten como carne por kilo y esperen a la primera ver a un tipo con ropa que parece más bien un guante de látex, vale la pena tomar en cuenta el lugar de encuentro, el tono de voz del cliente y por supuesto cualquier sugerencia implícita o explícita que haya ocurrido durante la primera llamada. Es la parte que si conozco. El objetivo es verte como él espera que te verás, o mejor. Dicho lo anterior, escogeré un pantalón de mezclilla algo ajustado y una playera de corte ajustado también, pero no demasiado entallada. En casos como éste, de citas en hoteles o bares, la ropa ligeramente ajustada no falla ya que regularmente implican un paso veloz a la segunda etapa que hoy llamaremos Piernas Apuntando al Infinito. Por supuesto que cuando se trata de una cita para acompañamiento (triste la palabra en casi cualquier contexto, cierto) todo cambia, pero me queda poco tiempo y prefiero apresurarme ya que nunca, hasta hoy, he llegado tarde.

Me gusta el Four Seasons porque no discriminan. Ellos aprendieron hace mucho que ni tus rasgos ni tu color de piel ni la manera en que vistes indican el límite de tu tarjeta de crédito ni el tamaño de tus propinas. Lo que seguramente discriminarán es la Pobreza Probada, pero sólo algunos vendedorcitos y algunas indígenas que piden limosna en las calles cercanas tienen esa p en la frente. De cualquier manera, la mayoría de los que pertenecen al grupo de Pobreza Probada no se acercarán nunca al Four Seasons o mejor aún para ellos, no saben dónde está. Pero decía que da gusto venir aquí. No hay tipos de seguridad casi persiguiéndote hasta el elevador y en la recepción reciben a los prostitutos con un “Buenas tardes, señor”. Eso es elegancia.

SÁNDOR

Pero lo mejor era salir del contexto de comunicación no inmediata del sitio de contactos y llevarlo a un contexto donde las mentiras pueden detectarse más lentamente y confesarse más rápidamente: la mensajería instantánea. Así que sin más, propuse

Sándor dice:
¿Quieres platicar por Messenger? El mío es marcopato85@hotmail.com.

Si, marcopato85. Probablemente no eras un adolescente cuando creaste tu primera cuenta de correo electrónico o de mensajería instantánea, pero cuando si lo eres, recurres a tus sobrenombres o fecha de nacimiento para proveerte de un poco de individualidad, tan desgastada en estos tiempos. Así que quita esa sonrisa estúpida de tu rostro y sigue leyendo.
La respuesta fue inmediata, porque el tipo SI estaba conectado y SI le interesaba platicar:

Saidcito dice:
Ok, el mío es gsbode@hotmail.com. Te leo allá.

“Te leo allá”. Muy pocos escriben así. Y muy poco tiempo después me di cuenta que nos leeríamos el uno al otro, por encima de todas las cosas.
Y fue entonces que las palabras comenzaron a brotar. Un mar blanco y negro de palabras que crecían, se encogían, llenaban los silencios, se esfumaban, se apareaban y parecían desaparecer, para luego regresar con fuerza…pero me estoy adelantando. En realidad, fue así:

BOCAS

15 de Mayo del 2005
Ayer fui a visitar a Alicia. Querida Alicia, ¿Cómo pude olvidarme tanto de ti en estos días? Tú que siempre estás ahí, esperando, dispuesta a escuchar, que siempre has estado para mí en los momentos felices y los tristes. Ayer recordé ambos tipos de momentos a tus pies. Sí. Si la melancolía tuviera rostro, seguro que sería el mío. Supongo que mi rostro melancólico te impulsó a enviarme al pequeñito que me encontré más tarde mientras esperaba sentado el autobús. Él jugaba en el piso con un pedazo de cartón y yo juguteaba con una botella de agua vacía en mis manos. A unos pasos estaba quien supongo sería su madre, acunando a una pequeña de meses. Todos con la mugre de los olvidados en su cara. De pronto sus enormes ojos cafés se toparon con los míos. “¿Me das?”,dijo señalando la botella. “Está vacía”, contesté. “Sí”, insistió él. Le di entonces la botella vacía y sus ojos y su sonrisa lo iluminaron todo. Corrió hacia su madre y comenzó a jugar con toda la alegría que hay en el mundo con su botella vacía. Entendí y di gracias. Supongo que una manera de hacer nacer alegría es regar melancolía con lágrimas de agradecimiento.

SAID

La llovizna que me llevó hasta Alicia ha cesado. Regreso a mí y a mi mar de palabras. Debo aclarar que bailo como si nadie me viera y canto aunque nadie me escuche, pero cuando pienso…va! Pienso como si alguien me escuchara, como si entablara un diálogo con ustedes. Claro, si es que ustedes existen, porque a estas alturas sigo sin saber si yo los imagino o ustedes me imaginan a mí. Bueno, pues mientras camino rumbo a casa, mirando al cielo desangrarse sobre El Castillo (vamos, se que se pueden acostumbrar a mis ataques de cursilería) Mientras camino rumbo a casa, decía, vamos hablando, como decimos aquí, al chile. Venía pensando en algunas cuestiones que me han dado muchas vueltas en la cabeza en los últimos días, relacionadas con aquello a lo que ahora me dedico, al mito que se ha creado alrededor de mi humilde persona y lo que provoca. Si he de ser honesto, diré que se manipular con delicadeza acciones y situaciones para que los hombres queden maravillados conmigo (vaya que ése es justamente mi trabajo). Pero si hubiese de ser más honesto aún, tendría que decir que no se bien cómo funciona la maquinaria que provoca dicha fascinación. Más aún, se que en poco tiempo voy a tener respuestas a mis preguntas. Soy un tipo de certezas.

viernes, 20 de febrero de 2009

SÁNDOR

Al día siguiente, convencido de la banalidad y la falta de cortesía internáutica de los hombres guapos, entré como casi diario a la página de contactos y mi corazón casi se detuvo al ver lo siguiente.

Bandeja de entrada
Saidicito Re: Hola

¿Y si se trataba de una respuesta hostil? ¿Y si sólo era un amigable “gracias por tu mensaje, no me gustaría platicar”? ¿Y si era alguna propuesta de sexo directo y a los genitales? Bueno, podrás estar sonriendo pero seguro tuviste 16 años y muchas más dudas alguna vez. Así que casi tapándome los ojos, abrí el mensaje.

Saidcito
Claro, por qué no? Bonita foto ;)

¡Zas culero! No sólo me estaba contestando sino que la respuesta era afirmativa e incluía un piropo. Momento. No, no era un piropo. Bien, si lo era, pero no para mi. Lo que al tipo le había gustado era la fotografía que vio, igual que como a mí me había gustado la suya. ¡Sólo que la maldita foto no era mía! Había colocado la foto de uno de mis primos (a quien convencí con engaños de que me permitiera tomarle una fotografía sin camisa) y yo no me parecía en lo absoluto a él. Mi primo tenía 18 años, era rubio, de piel bronceada, lampiño, con un torso hermoso (bueno, bastaría decir bien definido, pero lo de hermoso no está de más), rostro angelical con ojos color miel y labios carnosos. Claro, a cualquier tipo mayor le gustaría alguien así. Yo por mi parte, describiéndome con la gran lupa de mis inseguridades era pálido, flaco, con un rostro de lo más normal y sin ningún atractivo físico. Describiéndome sin la lupa de mis inseguridades era exactamente igual, con la salvedad de que si le resultaba atractivo a más de uno, pero eso lo descubrí con el tiempo. Así que mi acercamiento con el señorito de los ojos hermosos podía llegar a su fin tan rápidamente como comenzó. Pero...ya se irán acostumbrando a mis peros, sin embargos y demás. Pero, decía, nadie me garantizaba que el tipo no estuviese haciendo lo mismo, es decir, yo no podía garantizar que quien me contestó de manera por demás amable no fuese un usurpador de personalidades virtual, las cuales utilizaba como carnada para sus presas. ¡Maldito usurpador en potencia, maldita duda y malditas identidades virtuales! Envalentonado con el perjuicio de la duda, decidí que podía sentirme en igualdad de condiciones y continuar con la farsa (perdón, la plática) o aclarar que yo no era el de la foto.

BOCAS

13 de Mayo del 2005
Amaneció lloviendo. ¿Cielo de mi ciudad, no te fue suficiente con verme llorar toda la noche? ¿O ahora lloras por mí? Te llamaría cielo marica, pero no serían palabras mías, serían de él. Y él no iba a ser mencionado. Pero lo será, sin duda. No puedo, como las víboras, mudar de piel y dejarlo a él en la piel vieja, rasgada contra una roca cualquiera. Malditas víboras afortunadas.

SAID

Hoy enterramos a Lín, Alicia. Lo enterramos en una caja oscura, como él no quería, con su cuerpo sólido, como él tampoco quería. Vale madres. Más correctamente, a su madre le valió madre lo que él pidió. Pero que de raro puede tener, si cuando él todavía respiraba y reía y contaba chistes tontos ella respetaba poco sus decisiones. Ahora mi amigo es libre como quería. Lo buscó con tanto ahínco en los últimos meses que se le cumplió muy rápido. Y ya estaba listo para irse, no teníamos mucho que enseñarle los de aquí. Pero también se fue porque se lo cargó el bicho, Alicia. El pinche maldito bicho puto que se queda en todos menos en mí, se quedó en Lín que era fiel. Bueno, era un caliente, pero fue un caliente fiel. El bicho se lo dejó de regalito su pendejo último amor. No entiendo bien como es que el amor puede regalarte muerte, Alicia, pero pasa. O eso dicen. O eso dicen que es el amor, quiero decir. El caso es que ahora estoy a tus pies, una vez más, con los ojos húmedos y la melancolía vuelta sonrisa. Carajo. Y a mí no me toca.
Los que me conocen bien saben que casi nunca sueno triste. Los que me conocen mal podrían pensar que sí si pudieran leer mis pensamientos de hoy. Tú que me conoces a la distancia, por encima de todos, seguro ves las cosas de manera diferente. Podrías narrar muchas horas de mis últimos meses, Alicia. Y de mis primeros, supongo. Unos podrían pensar, tú podrías narrar y yo creo que podré sacudirme aunque sea un poco esta tristeza y la lluvia en el cabello para ir a comer algo y prepararme, porque tengo trabajo esta noche. El mejor de esta ciudad no puede presentarse con carita triste ante un cliente, a menos que sea parte de lo que quiere vender. Pero la tristeza mezclada con sexo no vende, así que convertiré la sonrisa melancólica en parte del atractivo y dedicaré ésta a tu salud, que seguro ahora es más que la de cualquiera de nosotros, querido amigo.

jueves, 19 de febrero de 2009

SÁNDOR

Todos los chicos de mi generación crecimos enamorados de Said. Después de un tiempo de conocerlo, me di cuenta que cualquiera que lo conociera podía enamorarse fácilmente de él. Después de un tiempo más me di cuenta de que eso no era necesariamente cierto, pero en aquél entonces era joven, recién llegado al mundo gay, con muchos sueños y pocas experiencias. Tenía 16 años y creía en la magia. En realidad, nunca he dejado de creer en ella. En realidad, Said fue en gran medida responsable de ello.
Conocí a Said por internet, como tantas cosas se conocen hoy en día. Más que conocerlo, vi sus fotografías en un sitio de contactos. Más que ver sus fotografías, vi sus ojos en una de ellas. Más que verlos, me perdí en su mirada. No creí en ese momento que hubiera ojos más bellos que esos. No creía que hubiese ojos que pudieran mirar, como esos, al mismo tiempo con ternura, con pasión, con firmeza y con inocencia. No eran de una forma exótica, ni de un color extraordinario. Sólo eran bellos y profundos y parecían salir de la fotografía y reflejar tu mirada. Pero no me perderé en descripciones como me perdí en esos ojos. Después de una par de días dudando sobre enviarle o no un mensaje al dueño de dichas fotografías (porque no sabía si quien había colocado las fotografías era quien en ellas parecía, menos tomando en cuenta que la fotografía que yo había colocado en mi descripción no era mía). Decía, después de dudarlo por un par de días, decidí enviarle un mensaje. De hecho, creo que la mayor parte de esta historia puede conocerse leyendo los mensajes que comenzamos a intercambiar a partir de aquel día, comenzando por el siguiente, que escribí casi con certeza de que no recibiría respuesta (mi corta experiencia en temas cibernéticos homosexuales me había demostrado que los hombres bellos rara vez devolvían los mensajes de chicos con una sola foto y poca descripción de su físico).

Sándor dice:
Hola. ¿Te gustaría platicar?

Después de colocar el mensaje revisé con ansiedad la bandeja de entrada virtual cada cinco minutos durante la primera media hora, cada quince minutos durante la hora siguiente y después me convencí de que no recibiría respuesta y no me quedó más remedio que ayudarle a mi madre a subir las bolsas con frutas y verduras que traía del mercado.

BOCAS

12 de Mayo del 2005
Recomenzar. ¿Recomenzar qué y de dónde, si lo que era ya no es y lo que creí que existía no existe? Escribo porque mi fe es más grande que mis dudas y mi certeza de que la vida será mejor es mayor que mi dolor. Escribo frases que tal vez sólo serán leídas una vez en toda la eternidad. Nadie vendrá, papel. En ésta somos sólo tú y yo y yo no tengo claro hacia donde voy, pero verter en ti palabras seguro ayudará. Me ayudará, nos ayudará. Al final, escupiré el veneno sobre ti y puede que lo conviertas en algo digno de beberse.

SAID

Aquí empieza y termina todo. Los ríos petrificados de las avenidas con su fluir de carros y los carros con sus destinos en manos de personas y las personas con sus destinos en manos de Dios, confluyen aquí. Los pobres que mientras avientan pelotas creen que serán siempre pobres, los ricos que caminan de prisa a sus reuniones para apaciguar su miedo a ser pobres, los semipobres con un miedo terrible a las pelotas y a las esquinas y los semirricos con sueños de comprar un auto nuevo, todos ellos conviven aquí abajo, justo a tus pies. Y no paran de moverse. Y creen siempre saber a donde van. Y a diario encontrarás que en las calles cercanas algún pobre dejó su mierda en alguna banqueta de este país que otros hicieron mierda mucho antes. Pero antes de que lo hicieran mierda, otros tuvieron que crearlo, creyendo en sus sueños. Y después apareciste tú, en el centro de todo, para recordarnos nuestros sueños. En el centro de esta ciudad, que es el centro de mi país y el ombligo del Mundo muchos hemos venido a llenarnos de ellos. A tus pies. Aquí a tus pies, querida amiga Alicia, en el centro del caos, es que vengo a vaciar los ojos de lágrimas y a llenarlos de luz.

En el inicio...

Pues bien, la idea es sencilla: compartir el proceso de creación a través de un blog. A partir de hoy encontrarán aquí los avances de "Todos los besos". Es probable que mucho de lo aquí escrito no llegue a la versión final de la novela. Pero será interesante conocer sus comentarios. Y más interesante será no eliminar las entradas de este blog. Si en algún momento algo no encaja o parece no hacerlo, les pido una disculpa. Seguro será este también un proceso enriquecido por sus aportaciones. Mmm, hoy no estoy particularmente inspirado, como verán. Sólo quiero aclararles que la novela está compuesta por tres historias que se irán entrelazando. Los nombres de las entradas los ayudarán también a identificar las historias: Said, Sándor y Bocas.

Sin más por decir (aclaré que amanecí parco y lento) comienzo...