jueves, 26 de febrero de 2009

SAID

Pareciera que la noche cayó sobre la ciudad al mismo tiempo que el dinero en mi cartera. Las luces se encienden y casi puedo sentir como mi ángel de la guarda se despereza de su siesta de la tarde, bosteza un poco y estira sus alas. Toma sus siestas cuando está cierto de que no hay algo que vigilar y de que puedo cuidarme solo. Pobre, se lo merece porque lo hago trabajar horas extras. A veces, en plena madrugada, saliendo hacia algún hotel o caminando por calles vacías de gente y llenas de silencios, he sentido en la espalda sus mentadas de madre. A veces he llegado a creer que no tengo un ángel, si no dos. O muchos. Me da por creer que estoy muy cuidado, porque para las cosas que hago, nunca he tenido un percance. Eso o no le importo ni a Dios ni al Diablo. Tal vez soy como esos hijos a los que los padres les prestan menos atención porque saben que saldrán adelante sin ayuda. A Dios me encomiendo a veces, pues más de una vez me ha demostrado que está ahí, al pendiente. Al Diablo no me encomiendo, él llega solito. No les he preguntado, pero supongo que se divorciaron después de mi nacimiento. O se distanciaron, si no miren este mundo. Antes por lo menos, al tenerlos juntos, podíamos decir quien era quien. Ahora díganme ustedes si tienen certeza de quien ha escuchado todas sus plegarias. Me da pena pensar que tal vez se distanciaron por mi nacimiento. O porque no he decidido aún con cuál de los dos me iré cuando se me acaben las miradas, las respiraciones o los besos. Seguramente ustedes no lo saben y muy probablemente no lo creerán, pero todos venimos a este mundo con una dotación fija de respiraciones, miradas y besos. Tendemos a creer que la vida termina cuando dejamos de respirar o el corazón deja de latir, pero lo que en realidad ocurre es que la mayoría de los seres humanos se terminan su dotación de respiraciones antes que las otras dos. Es triste, pero cierto. Significa que seguramente no besaron ni vieron todo lo que podían. No me creerán, pero investiguen y verán que existen algunos raros casos reportados en los que el cadáver siguió respirando unos segundos después de que se detuvo su corazón o dejó de funcionar el cerebro. Porque claro, el corazón se detendrá, pero no siempre por falta de aire, si no de besos o miradas. Y entonces si estás muerto completo.

No hay comentarios: