Pero lo mejor era salir del contexto de comunicación no inmediata del sitio de contactos y llevarlo a un contexto donde las mentiras pueden detectarse más lentamente y confesarse más rápidamente: la mensajería instantánea. Así que sin más, propuse
Sándor dice:
¿Quieres platicar por Messenger? El mío es marcopato85@hotmail.com.
Si, marcopato85. Probablemente no eras un adolescente cuando creaste tu primera cuenta de correo electrónico o de mensajería instantánea, pero cuando si lo eres, recurres a tus sobrenombres o fecha de nacimiento para proveerte de un poco de individualidad, tan desgastada en estos tiempos. Así que quita esa sonrisa estúpida de tu rostro y sigue leyendo.
La respuesta fue inmediata, porque el tipo SI estaba conectado y SI le interesaba platicar:
Saidcito dice:
Ok, el mío es gsbode@hotmail.com. Te leo allá.
“Te leo allá”. Muy pocos escriben así. Y muy poco tiempo después me di cuenta que nos leeríamos el uno al otro, por encima de todas las cosas.
Y fue entonces que las palabras comenzaron a brotar. Un mar blanco y negro de palabras que crecían, se encogían, llenaban los silencios, se esfumaban, se apareaban y parecían desaparecer, para luego regresar con fuerza…pero me estoy adelantando. En realidad, fue así:
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