miércoles, 25 de febrero de 2009

BOCAS

15 de Mayo del 2005
Ayer fui a visitar a Alicia. Querida Alicia, ¿Cómo pude olvidarme tanto de ti en estos días? Tú que siempre estás ahí, esperando, dispuesta a escuchar, que siempre has estado para mí en los momentos felices y los tristes. Ayer recordé ambos tipos de momentos a tus pies. Sí. Si la melancolía tuviera rostro, seguro que sería el mío. Supongo que mi rostro melancólico te impulsó a enviarme al pequeñito que me encontré más tarde mientras esperaba sentado el autobús. Él jugaba en el piso con un pedazo de cartón y yo juguteaba con una botella de agua vacía en mis manos. A unos pasos estaba quien supongo sería su madre, acunando a una pequeña de meses. Todos con la mugre de los olvidados en su cara. De pronto sus enormes ojos cafés se toparon con los míos. “¿Me das?”,dijo señalando la botella. “Está vacía”, contesté. “Sí”, insistió él. Le di entonces la botella vacía y sus ojos y su sonrisa lo iluminaron todo. Corrió hacia su madre y comenzó a jugar con toda la alegría que hay en el mundo con su botella vacía. Entendí y di gracias. Supongo que una manera de hacer nacer alegría es regar melancolía con lágrimas de agradecimiento.

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