viernes, 20 de febrero de 2009

SÁNDOR

Al día siguiente, convencido de la banalidad y la falta de cortesía internáutica de los hombres guapos, entré como casi diario a la página de contactos y mi corazón casi se detuvo al ver lo siguiente.

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Saidicito Re: Hola

¿Y si se trataba de una respuesta hostil? ¿Y si sólo era un amigable “gracias por tu mensaje, no me gustaría platicar”? ¿Y si era alguna propuesta de sexo directo y a los genitales? Bueno, podrás estar sonriendo pero seguro tuviste 16 años y muchas más dudas alguna vez. Así que casi tapándome los ojos, abrí el mensaje.

Saidcito
Claro, por qué no? Bonita foto ;)

¡Zas culero! No sólo me estaba contestando sino que la respuesta era afirmativa e incluía un piropo. Momento. No, no era un piropo. Bien, si lo era, pero no para mi. Lo que al tipo le había gustado era la fotografía que vio, igual que como a mí me había gustado la suya. ¡Sólo que la maldita foto no era mía! Había colocado la foto de uno de mis primos (a quien convencí con engaños de que me permitiera tomarle una fotografía sin camisa) y yo no me parecía en lo absoluto a él. Mi primo tenía 18 años, era rubio, de piel bronceada, lampiño, con un torso hermoso (bueno, bastaría decir bien definido, pero lo de hermoso no está de más), rostro angelical con ojos color miel y labios carnosos. Claro, a cualquier tipo mayor le gustaría alguien así. Yo por mi parte, describiéndome con la gran lupa de mis inseguridades era pálido, flaco, con un rostro de lo más normal y sin ningún atractivo físico. Describiéndome sin la lupa de mis inseguridades era exactamente igual, con la salvedad de que si le resultaba atractivo a más de uno, pero eso lo descubrí con el tiempo. Así que mi acercamiento con el señorito de los ojos hermosos podía llegar a su fin tan rápidamente como comenzó. Pero...ya se irán acostumbrando a mis peros, sin embargos y demás. Pero, decía, nadie me garantizaba que el tipo no estuviese haciendo lo mismo, es decir, yo no podía garantizar que quien me contestó de manera por demás amable no fuese un usurpador de personalidades virtual, las cuales utilizaba como carnada para sus presas. ¡Maldito usurpador en potencia, maldita duda y malditas identidades virtuales! Envalentonado con el perjuicio de la duda, decidí que podía sentirme en igualdad de condiciones y continuar con la farsa (perdón, la plática) o aclarar que yo no era el de la foto.

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